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Justicia divina

Juan era un familiero. Su esposa, su hija y su casa era su pequeño gran mundo. Todo su esfuerzo se volcaba en el hogar, en ese pedacito de calor que se encargaba de hacer más confortable cada día.
Carpintero de oficio y vocación más allá de su trabajo cotidiano robaba horas al descanso para que algo nuevo le diera un matiz diferente y agradable a la casa. Amaba entrañablemente a su esposa e hija, si bien la vida los había privado de parientes eran un tridente feliz y Juan se sentía un privilegiado.
Su mujer, María, fue todo entusiasmo hasta que el hacer cotidiano se convirtió en monotonía, hartazgo. Paulatinamente fue delegando más funciones en Juan. Su esposo comenzó a llevar a la niña al colegio, a higienizarla, a cobijarla al tiempo de dormir.
El amor se hizo ocasional pero Juan no reclamó. Sería un mal momento que pasaría. El podía con todo y adelante.
Una noche Juan llega a la casa antes de lo que era habitual. Llama a María y a su hija Elena. Nadie responde. Acude a cada ambiente del hogar y al abrir la puerta del dormitorio un extraño desnudo, con las ropas en la mano pasa a su lado velozmente saliendo sin cerrar la puerta. Juan dirige la mirada hacia la cama y María le contesta con una sonrisa insolente y burlona.
-¿Donde está Elena? fue el único interrogante de Juan.
-¡En la casa de Julia, mi amiga! gritó María
-¡Levántate y explícame! replicó Juan
-¡Ya voy pedazo de tonto!
Ya en el living Juan tratando de calmarse reclamó a María.
¡Estoy harta! dijo María ¡No aguanto más esta vida de nada! ¡Tenés lo que merecés!
Juan no podía reaccionar.
¡Pero querida! atino a exclamar Juan
María, loca y sorprendida tomó un atizador e intentó agredir a Juan. En su acción el pie derecho se enganchó en la alfombra, trato de estabilizarse infructuosamente y cayó pesadamente sobre la mesa ratona que adornaba el ambiente. Su cabeza se hizo añicos y su vida dejó de ser en forma inmediata.
Los intentos de Juan por revivirla fueron obviamente infructuosos. Su ropa se llenó de sangre.
Se sentó en un sillón, lloró desconsoladamente y un pensamiento terrible lo asustó. Lo acusarían de asesinar a su esposa. Debía evitarlo. Ingenuamente decidió enterrar su cuerpo inerte en el fondo de la casa.-
Lo vieron los vecinos y al día siguiente estaba en prisión.
Dió mil explicaciones que nadie escucho. La Justicia tampoco y cayó sobre él de manera impiadosa. Hacía poco tiempo el afán de mano dura había consagrado la pena de muerte. Esa fue la sanción que impusieron todas las instancias. El 17 de setiembre dejaría este mundo, la novel silla eléctrica se estrenaría con él
La jornada fatal llegó. Con todas las formas de rigor lo aseguraron al odioso artefacto. Al tiempo de bajar la llave fatal una fuerza inusitada lo saco del lugar de ejecución. En un instante estaba detrás del vidrio de la cámara maldita. Vio como lo freían sin piedad. A su lado un hombre blanco, bello, rubio de ojos azules como el cielo, con alas, sonreía irreverentemente. Lo miró a Juan, le extendió un sobre y desapareció.
Juan sin entender nada abrió el sobre, dentro de él una hoja gruesa con sello de agua, en su parte superior izquierda consignaba "Poder Judicial del Reino de Los Cielos"; más abajo se leía
"Cuestión: Juan Bueno s/ Justicia Divina"
...Y Considerando: Que de las constancias de autos resulta que Juan Bueno fue un excelente padre y esposo. Que fue engañado insolentemente por su mujer María Sosa de Bueno. Que La muerte de María Sosa de Bueno ocurrió accidentalmente sin ninguna culpa de su esposo.
Este Tribunal Superior Celestial
RESUELVE:
1) Absolver a Juan Bueno del crimen de su esposa María Sosa de Bueno que se le imputa.
2) Otorgar a Juan Bueno una nueva identidad y residencia adecuada, instrumental y elementos que obra en el sobre que se adjunta por separado
3) Que una vez que Juan Bueno llegue a la nueva vivienda asignada, la Sra. Secretaria del Poder Judicial del Reino de los Cielos reintegre la tenencia de la menor Elena a su padre.
4) Fecho, archívese y olvídese.
Firmado. Dios, Presidente del Tribunal Superior del Reino de Los cielos, Jesús de Nazareth Secretario.-
 
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