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CUENTOS

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Escribiendo

Mirá Oscar, este hábito de escribir siempre fue para mí tan importante como el aire que respiro.-
Siempre escribí. En la primaria era el rey de las composiciones, destacadas, a leerlas al frente.
Ya en la secundaria me ingenié para armar un diario. Allí publicaba todo lo que creía interesante. Desde noticias generales hasta el acontecimiento increíble sucedido a algún compañero. Siempre me reservaba un espacio para mi opinión. Algo parecido a una nota editorial, donde no ahorraba críticas en relación a cada una de las anomalías y deficiencias relacionadas con el contenido de las materias, la calidad técnica de los profesores, los desaciertos de la dirección o la falta de seguridad edilicia. Así fui ganando "amigos" desde chico.-
Un día mis viejos me regalaron una letterita marca Olivetti. Esas pequeñas, manuales que las portaba como si fuera un maletín.
Empecé escribiendo artículos domésticos que rápidamente fueron reemplazadas por escritos judiciales de todo tenor una vez que la abogacía me atrapó para siempre.-
-¿Te atreviste con las revistas jurídicas?
Bien dijiste, Oscar. Me atreví. Fue un auténtico atrevimiento la remisión de de mi trabajo sobre la imputabilidad del ebrio. El Derecho era una publicación muy importante y yo un aprendiz de ensayo jurídicos.-
Me avergonzaba imaginar que lo leerían, se reirían, me expondría.
Trataba de no pensar en el asunto pero todas las noches aparecía en mis sueños la carcajada del director y sus colaboradores. Inevitable.
-¡Pero yo leí ese trabajo!
Sí Oscar. Una mañana llego al Juzgado donde cumplía la función de Secretario y me encuentro con un abultado sobre marrón. Al dorso podía leerse: " Revista Jurídica El Derecho", Director Dr. German J. Bidart Campos. Lo abro emocionado y allí me topé con veinte ejemplares de la Revista El Derecho y en la primera página se leía gigante titular "La Inimputabilidad del ebrio", debajo mi nombre.
¡Lo habían publicado Oscar!
Mi gran triunfo. El corazón a mil, orgullo ilimitado, gran alegría que guardaré por siempre en el arcón de las buenas cosas.
-¡Y seguiste escribiendo!
Así es Oscar. Una a una escribí en cada revista jurídica del país. En La Ley, Jurisprudencia Argentina, Jurisprudencia y Legislación, Derecho del Trabajo, Trabajo y Seguridad Social. En todas y sobre los asuntos más variados. Cada dos semanas elegía una revista distinta y así mis trabajos aparecían continuamente.-
Era toda una aventura. Escribía en un refugio que me había hecho en el departamento de planta baja donde vivía con Nelly y nuestros tres niños. Cada noche. Todas las noches. Las teclas habían adquirido un ritmo casi musical para mis oídos. Copias y copias con carbónico y tipear insistentemente.
-¡Los vecinos chochos!
Les molestaría seguramente, pero jamás se quejaron. Hace unos días, luego de tantos años, una compañera de trabajo me comentó que mi vecina del piso superior, a la que conoció casualmente, le había mencionado de su insomnio a causa de ese sonido que para mí tenía un sabor a armonía y plenitud, a placer total.-
-¿Seguís colaborando en la Revistas?
Sólo de vez en cuando. La compleja realidad cambió mi rumbo. Me di cuenta que había cumplido un ciclo, los asuntos de todos los días, particularmente la violencia que no se deja doblegar, el abuso sexual, la desidia oficial, las negligencias, merecían un llamado de atención, proponer soluciones, tirar ideas en suma.
Así comencé con artículos de opinión que fueron bien receptados por el diario y el público. Muy bueno. Grandes satisfacciones. Con la pluma y la palabra se consiguen muchas cosas, como por ejemplo que la ley asuma una defensa concreta y decidida de niños y adolescentes. Esos mocosos tan vulnerables. Hoy dedico buena parte de mi tiempo a ello.-
-Leí algunos versos tuyos. Me gusta entrar a tu sitio. Me trae recuerdos de nuestra querida escuela normal, ENAM.-¡ Juro que me emocionó el verso a Alberto!
Sí Oscar. Ese es un gran amor de mi último tercio. Una bella dama fue la inspiradora y mi primer verso un justo homenaje a su increíble hermosura. Cada mañana intento cuatro poemas. Se transformó en un rito agradable y jamás postergado.- Disfruto mucho con ello. Hoy la página tiene cerca de cuatro mil versos. Allí comencé a tener un contacto más directo y fecundo con los lectores. Ese otro que comparte con uno emociones, alegrías, tristezas, valores, obstáculos, cielos sin nubes. Todo Oscar. La vida en suma
-¿Y pensás seguir ahora que volviste a ser abogado?
Por supuesto. Hasta mi último día. Jamás los abandonaré.
-Bueno no te debe alcanzar el tiempo para todo lo que hacés.
No te creas Oscar. Te confieso que a mi vida ha llegado un nuevo gran amor.
De la mano de una dama de porte sajón, hablar pausado, suave decir, he descubierto la maravilla de los cuentos.
-¿Cuentos Luis?
Si Oscar. Cuentos. Historias que surgen de la nada. Se van armando en la mente como piezas de un rompecabezas. Aparecen las ideas en cualquier instante, caminando, manejando, tomando un café, soñando. Son asuntos atrevidos, intensos, que atrapan al lector. Una inesperada experiencia que me llena de dicha.-
La página blanca agradecida. Recibió con agrado este nuevo amor. Se muestra suave receptiva y mis dedos vuelan.
La fiel letterita luce feliz, renovada. Juntos - como siempre - andaremos este mágico camino.-
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