LOICA, PECHO COLORADO GRANDE
Las Loicas son aves consideradas de buen augurio tanto para las comunidades
aborígenes como para los demás. Por tal motivo están resguardadas de las
persecuciones humanas, aunque su llamativa coloración es el atractivo de
quienes capturan aves silvestres para mantenerlas enjauladas...
Creencias, historias y leyendas
Las leyendas y relatos referidas a la Loica buscan la razón del color rojo
del pecho y su canto, producto de alguna pelea que ocurrió en tiempos
remotos y en donde se vio involucrada como protagonista principal.
¿Por qué la Loica tiene el pecho
colorado?
Resulta que una vez, hace muchos; pero muchos años, andaba por unos potreros
un hombre, morral al hombro y escopeta lista, viendo si veía algún pájaro
para hacerle la puntería. Y en esto se encontró con una Loica, muy distraída
en una rama de un roble, cantando una tonada que recién había aprendido.
Verla el Hombre, hacer puntería y disparar fue todo uno.
Pero resultó que la escopeta estaba mal cargada y el tiro reventó hiriendo
en la cara al Hombre, en tal forma que quedó medio ciego y dio grandes
gritos de dolor y auxilio.
Por los contornos no pasaba un alma. La Loica, mientras tanto, había volado
a un árbol lejano y desde allí, muy asustada por el peligro que acababa de
correr, miraba al pobre Hombre bañado en sangre y muy quejumbroso.
-Socorro... Socorro. Me he quedado ciego... Auxilio... Y sus gritos se
perdían por las quebradas inútilmente.
Poco a poco el Hombre dejó de gritar. Daba ahora ayes y suspiros, y al fin
pareció perder el conocimiento y se quedó inmóvil, recostado en el pasto y
con la cara mirando al cielo.
La Loica, mientras tanto, se había ido acercando lentamente, de árbol en
árbol, hasta quedar sobre aquel que cobijaba al herido. Desde ahí siguió un
rato observándolo. Y cuando se convenció de que estaba como muerto, de un
vuelo se dejó caer sobre el pecho del Hombre, escuchando atentamente si el
corazón latía aún.
La Loica era una buena avecilla del bosque, temerosa del Hombre y de su
malignidad, que se distrae matando. Pero al propio tiempo tenía por el
Hombre un gran respeto y admiración: por el Hombre que sabe cantar, que sabe
silbar, que sabe hablar y en cuyas manos están el Bien y el Mal de los
habitantes de los bosques. Y la Loica, que nunca había visto abatirse y
morir a un Hombre, tuvo una gran compasión por este que ahí alentaba apenas.
Entonces La Loica fue hasta el río y trajo unas gotitas de agua que echó en
la boca del Hombre, y fue de nuevo al río y trajo otras gotitas, que
refrescaron sus heridas, y fue hasta la montaña y trajo hierbas medicinales
que fue poniendo sobre las llagas que eran los ojos, y de nuevo trajo agua y
de nuevo trajo hierbas, y tanto trabajó la pobre y con tanta inteligencia,
que al fin el Hombre dio un suspiro hondo y pareció recobrar el
conocimiento.
Entonces la Loica llamó a la Brisa, que todo lo sabe porque hasta por las
rendijas se mete para curiosear, y le preguntó dónde vivía el Hombre. La
Brisa dio la dirección y la Loica se fue de un vuelo hasta la casa, que
estaba en la colina rodeada de jardines. Ahí llamó al Perro y le dijo:
-Avisa a tus Patrones, que el Hombre está herido en el potrero, al comienzo
de la montaña.
El Perro empezó a ladrar desesperadamente, a correr, a aullar. Hasta que
llamó la atención del Hombre Viejo y del Hombre Joven, que salieron detrás
de él, encontrando al herido.
Mientras tanto, la Loica estaba feliz en la rama del roble viendo cómo, con
grandes precauciones, se llevaban al Hombre en una improvisada camilla. El
Hombre estaba salvado...
Pero resulta que entonces oyó a la señora Cachaña que le decía:
-¡Qué linda pechera roja tiene usted, comadre Loica! ¿Dónde la ha comprado?
La Loica se dio cuenta de que la sangre del Hombre le había manchado toda la
pechuga.
Y la señora del Jote -que ni siquiera tiene nombre y que estaba por allí
cerca- se dirigió a la Loica en forma insidiosa y llena de envidia.
Pero resulta que aquel día San Pedro había bajado a la Tierra a tomar un
poquito de fresco a la sombra de unos árboles y había visto todo lo pasado.
Entonces se acercó a las aves y les dijo:
-Atestiguo que la Loica tiene el pecho manchado por obra de una buena
acción. Y en premio de ella, con la venia del Padre que está en los cielos,
desde hoy en adelante tendrá sobre su noble pecho un escudo escarlata.
Y ya saben ustedes por qué la Loica tiene esas plumillas rojas que le
prestan tanta gracia.
MARTA BRUNET (chilena)
Leyenda de los selknam u onas de Tierra del
Fuego.
Decían que en el inicio de los tiempos, la Loica cuyo nombre era Shi´ika y
Cheip (el Chingolo) eran dos hombres muy fuertes y enemistados, que vivían
hostigándose. Un día se encontraron frente a frente y se trenzaron en una
pelea furiosa. Después de unos forcejeos, Shi´ipa consiguió agarrar con la
mano izquierda la garganta de Cheip, apretando con toda su fuerza, mientras
con la izquierda le tiraba el pelo para arriba.
Cheip, en esta incómoda situación y de cuerpo algo más chico que su enemigo,
le asestó desde abajo un buen golpe con el puño dándole en la nariz y
haciéndole sangrar mucho.
Los dos luchadores se convirtieron entonces en pájaros. Al Chingolo le
quedaron como recuerdo de esa pelea una mancha blanca en la garganta, por la
presión del apretón de Shi´ipa; y en la cabeza las plumas del copete por el
tirón de pelos. La loica tuvo para siempre el pecho enrojecido por su propia
sangre.
Otra leyenda del Noreste Argentino
Dicen que una vez el Diablo, transformado en pájaro renegrido, se paseaba
por los campos sureros, muy orgulloso con los reflejos tornasolados de sus
plumas al sol, iguales que las del Tordo.
Vió a una Calandria y le preguntó: ¿Qué pájaro es el más lindo? (con la
seguridad de que ella lo nombraría a él). La Calandria dijo: Aquél que canta
en ese árbol.
El Diablo miró y vio al Pecho Colorado (que para ese entonces aún no tenía
ese color) y enfurecido arrancó una espina del árbol y se la clavó al otro
en el pecho. El pajarito cayó ensangrentado y dispuso que siguiera viviendo
y que de ahí en adelante esa mancha fuera su mejor adorno.
Otra más, pero del Centro Oeste Argentino
Cuentan que la Loica había sido una muchacha muy bonita, muy cortejada y
bastante coqueta. Tenía una pulpería (bar); la que era muy concurrida
precisamente por el atractivo de la dueña.
El Cardenal, entonces con el copete gris, era uno de los visitantes más
firmes al boliche. Pero también iba siempre el Chingolo (amigo de las
peleas) quien estaba muy celoso al percibir la preferencia de la mujer por
el Cardenal. Ante esto, quiso dar un corte final a la situación.
Un día entró el Chingolo al boliche y encontró a la Loica y al Cardenal
conversando en el mostrador y le dijo a la Loica:
-¿no tiene un peine para su amigo?
Rápido el Cardenal le contestó (porque el Chingolo también tiene copete):
-¿y por casa como andamos?.
Esto fue la gota que rebalsó el vaso y el Chingolo sacó el cuchillo y
empezaron a pelear. Por ser más rápido le asestó un corte fatal al Cardenal
el que cayó moribundo al piso con la cabeza llena de sangre. La Loica corrió
a sostenerlo y se ensangrentó el pecho.
Luego llegó la policía, encarceló al Chingolo colocándole grillos en las
patas (por eso anda a los saltitos), el Cardenal mantuvo para siempre su
copete rojo por la sangrante herida y la Loica conservó a perpetuidad en su
pecho la sangre derramada por el Cardenal.
Y para terminar...: otra leyenda
Se cuenta que en una oportunidad el La Loica estaba pasado de copas y
durante un baile de campo hiere a un parroquiano durante una pelea.
Lo llevan preso y ya fuera de los efectos de la bebida niega todo lo
ocurrido a pesar de que los testigos Ratonera y Benteveo dan fe de su
culpabilidad.
Pero La Loica al mirarse en el espejo, ve que su pecho está manchado de rojo
por la sangre de su víctima. Entonces no le quedó más remedio que reconocer
su culpabilidad gritando:
Chío, chío,
le corté el cuello
con cuchillo.
Desde entonces, el pecho le quedó rojo y canta siempre repitiendo su
confesión.
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